Historia que se repite cada seis meses: el balón rueda, la pantalla se enciende y… nuestro cerebro se desconecta; es la Final del fútbol mexicano, la máxima enajenación a través del ocio y del entretenimiento. Tanto es el poder de una pelota, que la toma de decisión de políticas públicas, reformas estructurales e implementación de leyes pueden retrasarse todavía unos días más.
Es el deporte oficial de nuestro planeta Tierra, pero no necesariamente es el deporte de tod@s, pues los intereses que lo mueven son más grandes que el amor por los colores, por la camiseta. Los sentimientos que la afición vive en cada partido, es para los dueños del balón un mero espectáculo para las masas. Manos, bocas y chequeras ajenas a los 90 minutos de juego son los que determinan el ir y venir de la pelota.
La industria del fútbol es hegemónica, ideológica, y tiene en el periodismo deportivo un poderoso alienador, que no solo manipula, sino que lamentablemente, empobrece al llamado juego del hombre. El icono deportivo, las jugadas de ensueño, el esfuerzo corporal, la sed de triunfo, las esperanzas de la afición, son conceptos que son abaratados y avasallados en cada transmisión, cuando el comediante, la modelo con poca ropa, el narrador-opinador-¿periodista? son más trascendentes que la propia información, para el dato y la estadística.
El periodista deportivo y la transmisión espectacular es… el mensaje, por lo tanto seamos realistas, gastar en un sistema de TV de paga, en el consumo del restaurante o la cantina, en el supermercado por las botanas y las chelas, faltar o rendir menos en el trabajo, la oficina o la escuela; no por ver y disfrutar del Fútbol, sino por escuchar y ver a una gran cantidad de payas@s al aire, es lo lamentable, pues la gesta deportiva tan sólo dura 90 minutos, pero la construcción mediático-deportiva dura todo el día y parte de la noche.
Las transmisiones son pobres en el análisis, viscerales y superfluas en la crítica, poco descriptivos y narrativos en los partidos de fútbol; el grito y el estruendo, el doble sentido, los chistes locales, son la base para convivir con las audiencias. Lamentablemente esa es nuestra realidad informativa, pero más lamentable es que en las Escuelas de Comunicación y Periodismo los jóvenes estudiantes vean en estos comunicadores el modelo a seguir y no en el ejercicio periodístico.
Especulación y suposición en la información, circo y banalización en la transmisión, definen al tele-periodismo deportivo en épocas mundialistas y olímpicas. El análisis de las jugadas, las estrategias de los directores técnicos, el buen fútbol y sobre todo el buen periodismo, tan solo sirven de relleno para el show cómico-mágico-musical en el que se convierte la cobertura mediática.
Mucho se crítica al Fútbol como el opio del pueblo que adormece los sentidos de la afición, pero más somnífera es la actitud de las audiencias que ven y escuchan a estos comunicadores deportivos. En LaPerrera.mx recomendamos que encienda la TV y disfrute de los partidos, pero bájele el volumen.