@MILTONPARTIDA

 

Quiénes escuchamos la Radio, vemos la TV, leemos algún periódico o revista, debemos ser tomados en cuenta. Los contenidos, el manejo de la información y su relación con quiénes los consumen, son esenciales para los procesos comunicativos y sobre todo, son importantes para consolidar libertades y derechos tan fundamentales como la libertad de expresión y de información, así como el acceso a las tecnologías de la información y comunicación.

El poder de los emporios mediáticos no es desconocido para un importante sector de la población y mucho menos para la clase política. No sólo es una televisora o el duopolio televisivo, sino también en mayor o en menor medida, los grupos radiofónicos y la prensa escrita. Esta “clase mediática” es quien mueve los hilos de muchas cotidianidades y también, quien las oculta, manipula o minimiza para gran parte de la sociedad.

La Dictadura Mediática no es un discurso reciente, ha existido desde que el Estado Mexicano y los gobiernos en turno no supieron o no quisieron establecer límites; en un principio a los dueños de los periódicos, posteriormente a los empresarios de la radio y después ya sin mucho que hacer, a la TV. Con el paso del tiempo el poder de los Medios creció, pero a la par, la sociedad se quitó la venda de lo ojos y se volvió más crítica y mejor informada; con las actuales tecnologías que nos permiten informarnos y estar entrelazados en tiempo real, desde cualquier lugar a cualquier hora, difícilmente siguen contándose mentiras como antaño.

Defender a las audiencias es una responsabilidad social que: busca la libertad de prensa, de expresión y de información; fomenta la pluralidad y veracidad; identifica los variados gustos del público; evita emitir contenidos ofensivos, discriminatorios y violencia injustificada; supervisa el material infantil; busca el respeto y la igualdad entre los sexos; defiende la inteligencia de televidentes y radioescuchas al exigir que el material publicitario y propagandístico debe ser claramente distinguible de la información y contenido de los programas; pero sobre todo, ubica a las audiencias como ciudadanos con nombre y apellido, mejorando las formas de convivencia humana, buscando opciones en las barras programáticas de los distintos medios, así como darles voz para sugerir qué es lo que quieren o no ver y escuchar.

Son importantes el televidente, el radioescucha, el internauta; pues el tejido social es rico y las audiencias son diversas, pero los servicios, los contenidos y formatos son uniformes y baratos, que ofrecen más de los mismo, abandonando la calidad, la creatividad y dejando como único recurso a la Publicidad y la Mercadotecnia para continuar preservando la alienación de las personas.

Es necesario tener más radioescuchas, televidentes y lectores participativos, es imperante que los programas de los mediadores y defensores sean más promocionados en sus propios medios, con más horas al aire; pues aunque la nueva Ley en Radiodifusión y Telecomunicaciones obliga a que los medios cuenten con su propio código de ética para supuestamente proteger a radioescuchas y televidentes, así como nombrar a un defensor de la audiencia; la función de estas disposiciones es limitada pues no las relaciona con ningún tipo de sanción, ni compromiso laboral.

Afortunadamente las redes sociales le abrieron las puertas a las audiencias, estas les permiten todo lo que los medios tradicionales les coartaron. Los patrones de consumo mediático han cambiado, por lo tanto la ciudadanía mediática se ha ampliado con su propia cosmovisión de la sociedad, ahora  producen lo que quieren ver y escuchar, en qué momento y desde que lugar. La sociedad ha evolucionado, no así sus instituciones.